El espiral: Capítulo 6. La revelación

Antes de leer el sexto capítulo de esta historia os sugiero, si teneis tiempo, que leais los anteriores, linkeados aquí. De todas maneras, intentaré darle sentido al post por si mismo. Allá voy…

Capítulo 1: MASAKOY
Capítulo 2: ALMA
Capítulo 3: CARLOTA
Capítulo 4: BELÉN
(El capítulo 5 no existe porque su autor no ha podido hacerlo)

Después de tan placentero orgasmo me tumbé en la cama y respiré hondo. Todavía con la luz apagada. Todavía sin saber si mi amante había sido Erika o cualquier otra mujer. Ella me había acechado en la oscuridad, casi sin tiempo de reaccionar, y tenía mis serias dudas. Durante nuestra ración de sexo salvaje había gritado su nombre a los cuatro vientos, pero ella se había mantenido en silencio. Hasta la fecha, nunca me había acostado con Erika, aunque lo deseaba como nada en el mundo, y no tenía la suerte de poder comparar.

Quería abrir la luz y salir de dudas; pero… ¿Y si no era ella? Me había prometido a mi mismo que sólo estaría con esa mujer que despertaba mis más bajos instintos, con nadie más. Moriría por pasar el resto de mi vida con esa bailarina de cabaret, con esa mujer de discurso claro y conciso y cuerpo de Diosa. Desde el día que la había conocido no había mirado a ninguna otra mujer, más allá de mi madre y de mi hermana. Así que tanteé en la escuridad, con la intención de encontrar el interruptor de la luz, y me dispuse a acabar con tanto misterio.

La verdad es que quedé sorprendido. Habían pasado sólo cuatro o cinco minutos, pero estaba más solo que la una. No había rastros de su ropa ni de nuestra árdua batalla. Todo estaba ordenado, impoluto, como si no hubiera pasado nada entre nosotros. Un extraño escalofrío recorrió todo mi cuerpo. ‘Piensa’, me dije… antes de que sea demasiado tarde. Cuando saqué mi conclusión, acertada o no, caí hasta el infierno de mi interior. Había pasado meses jugando conmigo mismo.

Ya sabía porque Erika podía pagarse vicios caros. Ya sabía de quién era la ropa de ejecutiva (o más bien dicho de ejecutivo) que había dentro de su armario. Ya sabía porque Erika se ausentaba del cabaret cada dos meses. Me costaba creerlo, pero Erika y yo éramos la misma persona. Mi raza (como dejó claro Masakoy en el capítulo uno) tiene la capacidad de cambiar de sexo cada mes. Y yo lo había hecho; vaya si lo había hecho.

Así que después de ser un habitual de los cabarets de baja calaña quise convertirme en una de las chicas que allí trabajaban. Quería saber qué siente una mujer cuando baila rodeada de ojos lascivos. Quería saber qué siente una mujer cuando recibe dinero de un desconocido a altas horas de la madrugada. En ese cabaret, por un puñado de euros, podías elegir a la chica que quisieras y hacer realidad tus más oscuras fantasía sexuales.

Sin haberme dado cuenta, yo, un joven y apuesto ingeniero industrial, estaba enredado en una doble vida que estaba a punto de volverme loco…

El capítulo 7 (que me imagino que es el último) lo escribirá MIGUELO