dimarts, de juny 28, 2011

‘Micmacs’: mács de lo mismo


Lo mejor de ‘Micmacs’, de Jean-Pierre Jeunet, es su barroca puesta en escena. A nivel argumental, la película sólo aguanta media hora. Es una mezcla entre ‘Amélie’ (2001) y ‘Delicatessen’ (1991). Me da la sensación de que el francés empieza a abusar de ‘su’ ambiente circense, lleno de trastos y autómatas. Todo parece un tanto sucio, ya visto…

El personaje principal de ‘Micmacs’ es Bazil, interpretado por un más que correcto Danny Boon ('Bienvenidos al Norte', 2008). Igual que en su día Amélie, es sensible, aniñado y surrealista. La culpa es una ‘bala perdida’ que un día entró en su cabeza y que los médicos, para no correr riesgos innecesarios, dejaron allí. Después de vagar un tiempo por las calles, una familia muy varipointa decide adoptarlo y hacerle la vida más fácil.

Julie Ferrier, que hace de contorsionista, y Dominique Pinon, de hombre bala, son algunos de los personajes de esta historia casi de tebeo, simpática, reiterativa y con un marcado mensaje político. Esta es la séptima vez que Pinon trabaja a las órdenes de Jeunet. La ‘chica de goma’, que es el nombre al que atiende la contorsionista, se siente atraída por Bazil. Su relación da pie a una de las grandes frases de la película: “Mi madre me dijo que desconfiara de las mujeres retorcidas”.

Bazil quiere vengarse del fabricante de la bala que tiene en la cabeza y del que suministró la mina antipersona que mató a su padre, cuando él todavía era un niño. Las dos empresas están una delante de la otra, con sus propietarios rivalizando en todo. El plan de Bazil es enfrentarlos al máximo, para que ellos solos acaben eliminándose. Con esta película, Jeunet hace una crítica sin paliativos a la indústria armamentística y a todo lo que la rodea.

'MISSING (UNA INVESTIGACIÓN)'

Me cayó en las manos por casualidad y lo he leído en cuatro días. Se trata de ‘Missing (una investigación)’, del chileno Alberto Fuguet. Está publicado por Alfaguara y tiene 387 páginas. El título es un homenaje a la película que Costa-Gavras estrenó en 1982. Con Jack Lemmon y Sissy Spacek como protagonistas, nos contaba de la desaparición de un periodista norteamericano, en Chile, durante el golpe de estado de Pinochet.

En ‘Missing’, Fuguet nos habla de los éxitos y de las derrotas de los sudamericanos que se fugan a los Estados Unidos. El escritor se centra en su tío, Carlos Fuguet, que un día se esfumó al ‘país de las oportunidades’ sin dejar rastro. En los últimos 30 años no ha dado señales de vida. Lo más sorprendende es que tampoco nadie lo ha buscado. Ahora es Albert quien hace un viaje físico y moral de Santiago de Chile a Estados Unidos. Quiere localizarlo y escribir un libro sobre él. Es su asignatura pendiente.

La novela, si puede llamarse así, es divertida y triste a la vez. Vargas Llosa la definió como “posmoderna y audaz”. La verdad es que esta road movie 'interior' y exterior se lee francamente bien. Está muy bien escrita y con unas cuantas referencias cinematográficas. El mismo Fuguet ha dirigido un par de películas, entre las que destaca ‘Se arrienda’ (2005).

Mientras leía marqué estos dos párrafos, el segundo de la supuesta ‘confesión’ de Carlos, después de que su sobrino lo encuentre. Por cierto, los dos hacen referencia a la familia, de la que se habla mucho, y no precisamente bien, a lo largo del libro:

“Los que se quieren matar, porque perderse como lo hizo tu tío es una suerte de suicidio social si es que no se mató y punto, lo van a hacer sí o sí. Que un amigo o familiar intervenga o destenga una decisión tan personal es una falacia. A lo más retrasan una decisión. La decisión final, la decisión real, la toma la persona. Y la decisión más dura, la más valiente es no hacerlo”.

“Una familia te ata,
te vigila,
opina
te obliga incluso a pedir permiso,
si te matas, sufrirán,
si vas preso, sufrirán
si no tienes hijos, sufrirán,
las familias no saben otra cosa que sufrir,
es la manera que tienen para de vez en cuando
parar la angustia y creer que son felices”.


Buena semana a todas y a todos.

dimarts, de juny 21, 2011

Hanna: educada para matar


‘Hanna’ es la última película del director británico Joe Wright (‘Orgullo y perjuicio’, 2005). Lo mejor es la actuación de la joven Saorise Ronan, que está fantástica, y la hipnótica banda sonora de los Chemical Brothers, que le da electricidad a las escenas de acción. Lo peor es que la historia es demasiado artificial, con unos mafiosos de tebeo.

Ronan ('The lovely bones', 2009) da vida a una niña de catorce años que ha sido criada en una cabaña de un bosque solitario. Todo lo que sabe se lo ha enseñado su padre (Eric Bana), que quiere que se convierta en una arma letal. Hanna ha perdido su infancia. Vive sin tener contacto con nadie más y en permamente estado de alerta. Su padre no deja de ponerle a prueba ni cuando duerme.

Erik es un agente de la CIA que desapareció voluntariamente para salvar a Hanna. De esto hace ya muchos años. Ella es la única superviviente de un programa del gobierno que, después de fracasar, fue cancelado. Podría pasar toda la vida escondiéndose, pero su padre le da la oportunidad de reaparecer en el mundo real y buscar venganza. Sólo sobrevivirá si logra deshacerse de Marissa, una fría y calculadora agente de inteligencia. La interpreta una sobreactuada Cate Blanchett.

RONAN, ARREBATADORA

‘Hanna’ es una película desconcer-tante. Tiene mucho ritmo, y buenas escenas de acción, pero le falta un poco más de argumento y le sobran minutos. La dos horas se hacen un poco largas. A pesar de todo, Wright nos hace pasar un buen rato. Estética de videoclip, una arrebatadora Saorise Ronan (que tiene un gran futuro por delante) y una velada critica sobre el modelo de educación familiar

Por cierto, los conocimientos que Wright tiene de España son más bien pocos. El toro de Osborne y un recital de flamenco a la luz de la luna, al calor de una hoguera, son sus dos referencias cuando Hanna llega al país, procedente de Marruecos. Tópicos y más tópicos. Pasan los años y nada cambia.

Buena semana a todas y a todos.

dimarts, de juny 14, 2011

Sueños truncados (o historia de un balón)


Para un niño de nueve años, lo más importante es recuperar su balón de fútbol nuevo. Todavía más si vive casi aislado en Pradera, uno de los 42 pueblecitos que conforman el departamento del Valle del Cauca (Colombia). El conflicto armado, que tiene atemorizada a su familia, todavía no está entre sus preocupaciones infantiles. Que su pelota de fútbol haya ido a parar a un campo de minas sí que le afecta.

‘Los colores de la montaña’ es la primera película de Carlos César Arbeález, que nos explica los problemas que sufren los habitantes de esta aldea por culpa del enfrentamiento entre la guerrilla y el gobierno. No están a salvo ni los que intentan ser neutrales, como el padre del niño (Hernán Méndez). A Manuel, alegre y extrovertido, lo interpreta fantásticamente Hernán Mauricio Ocampo, sobre el que recae el peso de la acción. Todo lo vemos a través de sus ojos valientes y optimistas.

Manuel sueña con ser portero de un gran equipo. El mismo día que estrena balón (hasta la fecha jugaba con uno que estaba roto) éste va a parar a un campo que, aunque nadie lo sabía, resulta estar minado. Su padre le prohibe que vaya a recuperarlo, pero posiblemente no le haga caso. Para intentar lograr su objetivo, el chaval contará con la colaboración de sus amigos: Julián (Nolberto Sánchez) y ‘Poca Luz’ (Genaro Aristizábal), un simpático niño albino con problemas de vista.

‘Los colores de la montaña’ es una película hecha con sencillez, sensible y hermosa. Nos habla de un conflicto armado en Colombia, pero la mirada de Manuel difumina la historia hasta hacerla digerible. La escena de la profesora y de los niños pintando la fachada de la escuela, para borrar un eslogan con connotaciones políticas, es una preciosidad. Niños que pierden su infancia sin tener culpa alguna. Cine en mayúsculas, del que no se olvida con facilidad.

‘LOS ENAMORAMIENTOS’

‘Los enamoramientos’ es la última novela del escritor madrileño Javier Marías. Hacía mucho tiempo que un libro no me gustaba tanto. Como indica su título, Marías reflexiona sobre el estado de enamoramiento, que casi siempre se ha considerado como algo positivo. Llegado el caso, ¿Todo puede justificarse por amor? ¿Incluso el asesinato? 'Mañana en la batalla piensa en mí', que acumulo un sinfín de premios, es una de sus obras más internacionales.

La protagonista del libro es María Dolz, que trabaja en una editorial. Ella tiene claro que el enamoramiento es algo positivo e incluso redentor, aunque, a veces, haya servido para intentar justificar lo injustificable. María también se verá atrapada entre el amor, la vida y la muerte. 'Los enamoramientos', publicado por Alfaguara, tiene 401 páginas, y también nos habla de la inconveniencia de que los muertos pudieran volver, por mucho que se les haya llorado.

El libro de Javier Marías, casi filosófico, es muy potente, de principio a fin. Es casi imposible quedarse con un párrafo. Uno de los que marqué mientras leía es éste:

"Cuando esté muerto no seré ni persona, y no podré arreglar ni pedir nada, ni ser consciente de nada, ni preocuparme. Tampoco nada de eso estaría en manos de un muerto, en eso es en lo que se parece a un no nacido. No estoy hablando de los otros, de los que sobreviven y evocan y todavía están en el tiempo, ni de mí mismo ahora, del que aún no se ha ido. Ese hace cosas, por supuesto, y las piensa, nada más faltaría; maquina, toma medidas y decisiones, trata de influir, tiene deseos, es vulnerable y también puede hacer daño. Estoy hablando de mí mismo muerto, veo que se te hace más difícil que a mí imaginarme".

Buena semana a todas y a todos.

dimarts, de juny 07, 2011

Encuentros y desencuentros ('Tokio Blues')


En 1987, el japonés Haruki Murakami publicó 'Tokio Blues', uno de mis libros preferidos. Él lo había titulado ‘Norwegian Wood’, igual que la canción de ‘The Beatles’, a la que hace referencia en la novela. La editorial eligió que se llamara como todos conocemos y dejó la idea inicial del autor como subtítulo. La película mantiene el nombre de ‘Tokio Blues’.

Llevar una novela de Murakami al cine no es fácil (hasta ahora nadie había obtenido su permiso) pero el coreano Tran Anh Hung lo ha hecho francamente bien. Ha tardado cuatro años, es verdad, pero ha respetado la sencillez, la sensibilidad e incluso la dureza del libro. Algunos pasajes interesantes se han quedado por el camino, pero, lógicamente, en poco más de dos horas no podía explicarlo todo.

Los tres personajes de esta historia de amor de encuentros y desencuentros de juventud, cuando todo es nuevo, están brillantes. Ken’ichi Matsuyama es Toru Watanabe, un estudiante introvertido y con unos sentimientos puros. Rinko Kikuchi (la sordomuda de 'Babel', 2006) es la atormentada e inestable Naoko, que no supera el suicidio de su novio, con sólo 17 años. Toru, Naoko y Kizuki (con un papel testimonial, aunque todos cuelgan de él) salían siempre juntos. Eran casi inseparables.

TORU, ESE ‘ÁNGEL’ QUE SIEMPRE ESTÁ

La guapísima Kiko Mizuhara (en la foto) es la tercera protago-nista importante de ‘Tokio Blues’. Igual que Naoko, Midori (así se llama su personaje) también ve a Toru como un ángel, como la persona que siempre está cuando se le necesita, sin protestar, sin pedir nada a cambio. Da la sensación de ser una chica muy contradictoria, pero diría que sólo lo es de puertas a fuera. En un momento de la película dice algo así: “Cuando me ames, ámame sólamente a mí. Cuando me abraces, abrázame sólo a mí. Haz lo que quieras conmigo, pero no me hagas daño”. Más claro, imposible.

Tanto la fotografía como la música de la película son impecables. Anh Hung logra esa atmósfera lánguida y poética que transmite la sensacional obra de Murakami. La lluvia, el viento y la nieve le sirven al director coreano para transmitirnos el carácter taciturno de Toru y Naoko, que viven un amor entre lo enfermizo y lo imposible. Los pocos colores cálidos y las escasas sonrisas nos la regala Midori, que es como una pequeña flor en medio del desierto. Esa mínima esperanza por la que vale la pena vivir.

No llega a la contundencia del libro, pero, para mí, fan incondicional de Murakami, la película es de visión obligada. Pausada, sin prisas, poética y con mucho sentimiento, aunque no todos sean positivos. Maldita vida. Maldita muerte.

Buena semana a todas y a todos.